El
Movimiento Evita constituye un componente esencial de la fuerza
política caudalosa y multiforme que, bajo la conducción de Néstor
y Cristina y en el rumbo histórico del peronismo, ha transformado al
país en los últimos diez años. En ese sentido, el Movimiento
Evita de la Capital Federal asume sus propias responsabilidades y
afirma su voluntad de profundizar y extender cada vez más su
inserción en la vida social y política de la ciudad. La Mesa de
Conducción Política que acabamos de constituir, investida de una
amplia representatividad, es expresión y prueba de la firmeza de esa
determinación.
Una
década de avance popular.-
La
magnitud del cambio experimentado por nuestro país es
incuestionable. En menos de diez años hemos transitado desde la
crisis socioeconómica más aguda, con ostensible riesgo de
disolución político-institucional, hasta este presente que nos
encuentra a salvo de los efectos más graves del trance dramático
que conmueve al mundo capitalista desarrollado y en las puertas de un
futuro otra vez promisorio.
En
ese lapso la acción del movimiento nacional, popular, democrático y
progresista revirtió muchas de las tendencias incubadas en la
dictadura y concretadas en los ’90, a partir de la recuperación
del estado como herramienta esencial de la voluntad colectiva y de la
política como la actividad superior mediante la cual esa voluntad se
expresa. De tal modo fue posible restablecer el aparato productivo,
desendeudar al país, incrementar el producto hasta casi duplicarlo,
crear cinco millones de puestos de trabajo, fortalecer la
participación de los asalariados en la distribución de la renta,
impulsar la negociación colectiva, implementar políticas sociales
dirigidas a mejorar el poder adquisitivo de los sectores más
vulnerables, posibilitar el acceso a la jubilación a más de dos
millones de personas mayores imposibilitadas de cumplimentar la
totalidad de los requisitos y, al mismo tiempo, efectivizar la
condena y el castigo de los responsables del terrorismo de estado,
afirmar la supremacía de los derechos humanos, impulsar normas
igualitarias tutelares de los derechos de sectores antes
discriminados, promover las actividades científico-tecnológicas y
el regreso de más de ochocientos investigadores expulsados por la
represión o la ausencia de incentivos, aumentar notablemente el
presupuesto educacional, estimular todas las actividades conducentes
a la afirmación de la cultura nacional, desarrollar una política
exterior tendiente a consolidar la unidad latinoamericana y coordinar
acciones y políticas con los países emergentes en procura de
reordenar el mundo en función de los pueblos y no de los mercados.
Ese
camino es el que hemos recorrido. Logros tan extraordinarios fueron
posibles porque se produjo una conjunción plena entre un estado de
movilización, toma de conciencia y avance organizativo intenso de
las masas populares y la presencia de un liderazgo esclarecido y
valiente, sustentado por una voluntad política indoblegable. Sólo
cuando esos factores confluyen la historia da saltos importantes. Y
la Argentina, del 2003 en adelante, fue el escenario en que se
desarrolló uno de esos infrecuentes momentos históricos. A la
militancia del Movimiento Evita también le corresponde asumir, con
sereno orgullo, el haber sido parte de esa gesta.
Nueva
etapa histórica.-
Sin
embargo, es mucho y muy importante lo que todavía queda por hacer.
Y la militancia del Movimiento Evita, sin duda alguna, siente mayor
predisposición por acometer las tareas pendientes que por detenerse
a disfrutar el éxito de lo realizado. Es que, pese a todo lo que se
avanzó, aun tributamos a una matriz económica neoliberal y todavía
no se ha logrado “reordenar el mundo en función de los pueblos y
no de los mercados”, como lo demuestra la tragedia que padecen los
países europeos abrumados por las brutales políticas de ajuste que
imponen los centros superiores del poder financiero en pleno
ejercicio de la hegemonía de ese pensamiento neoliberal, aun
subsistente a pesar del fracaso estrepitoso de todas sus recetas.
Nuestra
lucha se libra en un momento histórico singular, que difiere
sustancialmente del escenario de los ’40 y de los ’70. Y es por
eso que la fidelidad a la historia de las luchas populares y a
nuestra propia historia no consiste en repetir mecánicamente las
mismas propuestas de entonces, sino en entender los nuevos desafíos.
No vivimos en la fase de la típica sociedad industrial, que
necesitaba la expansión constante de mercados masivos y que por eso,
en su mejor momento, fue compatible con el pleno empleo y pudo
sostener el “estado de bienestar” que mitigó las injusticias del
sistema y aminoró la desigualdad. Esta es otra etapa, signada por
la prevalencia de la especulación financiera por sobre la economía
real, por la producción de series cortas de mercancías de alto
valor unitario destinadas a sectores singulares de un mercado
sumamente segmentado y por la introducción constante de innovaciones
tecnológicas que achican la cantidad total de puestos de trabajo en
lugar de reducir la extensión de la jornada de cada trabajador. El
imperativo de la mayor productividad a cualquier costo, de la
competencia irrestricta y exacerbada y de la maximización de la
ganancia por encima de cualquier otro valor caracterizan el contexto
mundial en el que, a contra corriente, transcurre la experiencia
argentina y por eso la marcha, a veces, se torna dificultosa. Esta
etapa genera desocupación masiva y crónica y convierte en precarios
o clandestinos a gran parte de los empleos, marginando a una franja
muy ancha de la población a la que condena a condiciones de
vulnerabilidad extrema y a la necesidad de acudir a formas diversas
de economía de subsistencia. Un nuevo proletariado se extiende por
debajo de la clase trabajadora que se desempeña en la legalidad,
constituyendo un nuevo actor social cuya presencia es y será
protagónica en las luchas populares tendientes a construir,
definitivamente, una sociedad más justa y más igualitaria.
En
esa franja vulnerable, sufrida y combativa hunde sus raíces el
Movimiento Evita, con la certeza de que habrá de constituir, junto a
la clase trabajadora tradicional, a las capas medias progresistas y a
los productores del agro y de la industria identificados con los
intereses nacionales, el sujeto político indispensable para llevar a
la victoria final el proceso liberador que ya está en curso.
Y
es por esas características distintivas de esta etapa que se nos
exige, además de redoblar la militancia, de sintetizar experiencias
políticas diversas y de obrar con lealtad a la conducción, ejercer
en plenitud nuestra libertad crítica, admitir y corregir nuestros
errores, discutir todo lo que deba ser discutido y hacer el aporte de
nuestra creatividad,
de nuestro saber y de nuestra experiencia como método imprescindible
para potenciar la aptitud transformadora del conjunto del pueblo.
El
desafío de la Ciudad de Buenos Aires.-
En
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires también todo eso es necesario.
Nos ha tocado actuar quizá en el escenario más difícil, donde
gobierna la derecha neoliberal a través de una de sus expresiones
más atrasadas y reaccionarias y donde la corporación mediática
encuentra la mejor caja de resonancia para intensificar los efectos
de su prédica engañosa, artera y agraviante. Pero también por eso
es donde se libra la batalla más importante, porque es
imprescindible sumar al pueblo de Buenos Aires, masivamente, a la
lucha común de los argentinos. El logro de ese objetivo requiere
consolidar la organización de los sectores sociales más vulnerables
que, en la Capital, ven agravada su situación por las políticas
regresivas que implementa el gobierno local. Demanda también
garantizar el concurso militante de los trabajadores sindicalmente
organizados, más allá de las claudicaciones y el oportunismo de
algunos de sus dirigentes. Y exige, sobre todo, establecer una
comunicación muy abierta y franca con las capas más expuestas de la
clase media, que constituyen su amplia mayoría. Las mejores
tradiciones de esas capas medias coinciden con nuestro compromiso
inquebrantable con los derechos humanos y con la ampliación de su
vigencia efectiva hasta lograr que la violencia institucional, la
discriminación de genero, la resistencia cerril a todo progreso
institucional en materias tales como reproducción asistida o aborto
y la caracterización peyorativa de las minorías de cualquier tipo,
sólo sean un mal recuerdo aleccionador. Y sus intereses materiales
también coinciden, objetivamente, con los de los trabajadores
formales e informales, ocupados y desocupados, porque son víctimas
de las mismas injusticias y padecen parecidas insuficiencias. Por
todo eso, en este ámbito singular de la ciudad porteña, reconocemos
como un objetivo central lograr que esos sectores se incorporen plena
y solidariamente a la lucha del resto del pueblo, asumiendo que esa
meta se alcanzará solamente como fruto de una interacción intensa,
llevada a cabo con humildad y respeto.
Estamos
dispuestos a ser una parte sustancial del cauce en el que todos esos
sectores confluyan, se unifiquen y se potencien, hasta convertirse en
un torrente capaz de cambiarlo todo. Así es como rendiremos
homenaje a Nestor Kirchner, aportando a la misma causa emancipadora
por la que sacrificó su vida. Y así honraremos la conducción de
la Presidenta Cristina Fernandez, garantizando la continuidad y
profundización del proceso que ellos encabezaron.
No
ignoramos que las dificultades a superar son grandes y duras, pero
sin duda no tan firmes ni tan grandes como nuestra voluntad de
enfrentarlas y vencerlas.
Jorge
Taiana Secretario General
Sebastián
Demiryi - Secretario Político
Movimiento
Evita Capital