Marta Yané: “Evita fue capaz de transformar el odio de clase en amor”

Marta Yané vive en el Conventillo de Barracas, la primera unidad básica del Evita en la Ciudad de Buenos Aires, que ella misma organizó en el barrio. Fuma y toma mate, y toma mate y fuma. Le dicen la Negra. 

Hija de obreros, estudió abogacía, un tiempo, “cuando a la Facultad de derecho todavía se iba con tapado de piel. Yo soñaba por pelear por las causas justas. Hasta que entendí que los que hacían las leyes, los que las sancionaban o promovían, estaban ahí porque hacían política, y que eso era previo al derecho, que las leyes son conquistas políticas que son consecuencia de todo eso”.

Desde entonces milita en el campo social y popular. Además, la Negra tuvo a Mayra, su hija, experiencia que, en sus palabras “te cambia el panorama. Cuando uno es joven, está dispuesto a dar la vida. En los 80 todos queríamos recuperar la historia de los compañeros que dieron la vida, queríamos dar la vida y no entendíamos que dar la vida no es cazar un fierro y salir a cagarte a tiros, sino que es algo más cotidiano. Es resignar espacios y tiempos con tus hijos; te perdés de una foto, de un juego, de un chiste. 

En ese sentido, la “Negra” explica que la mujer que milita muchas veces tiene que resignar y los chicos “pasan factura. Mi hija me ha recriminado alguna vez que le doy más bola a la JP que a ella, pero después, en ocasiones, cuando ve lo que hago, entiende. Eso pasó con la última gran inundación que hubo en la villa. Salimos corriendo y la llevé, y ahí se encontró con sus compañeros de colegio, con las necesidades, con nuestro trabajo, y le deba orgullo decir “vayan y pídanle ayuda a mi mamá”. Al día siguiente ella no se podía levantar de lo que le dolía el cuerpo, le ofrecí quedarme con ella para no dejarla sola todo el día y ella me dijo “yo me arreglo, vos andá y hacé lo que tengas que hacer porque yo entendí por qué vos militas y esa gente te necesita más que yo en este momento”. Y a partir de ahí hubo un cambio.

A la Negra se le llenan los ojos de lágrimas. “Como síntesis de mujer a mí siempre me impacto muchísimo la Vicky Walsh; sabiendo que su hijo estaba ahí abajo, haber tenido esa actitud de decir “la última bala me la voy a llevar yo” estando viva. Estando sola es una cosa, sabiendo que tu hijo esté ahí abajo es otra cosa. En el lugar de Walsh hubiese tenido una doble sensación; el reproche de haberla formado, metido en eso, pero a la vez mucho orgullo como padre”.

La Negra se unió al Evita hace ya nueve años; previamente estuvo en la CTA y en el MTA, experiencias de resistencia que durante la década de los 90 se opusieron con ferocidad a las políticas neoliberales que excluyeron a buena parte de la sociedad de la fiesta que gozaron unos pocos. 


- ¿Por qué te uniste al Movimiento Evita? ¿Qué representa para vos la figura de Eva?


- A Evita la reivindica la izquierda y el peronismo, y un poco, el Movimiento Evita, es una síntesis de eso. Para mí, Evita representa el odio de clases. Ella percibió como nadie esa impotencia, esa bronca que tienen los más humildes. Porque nadie elige la miseria. Cuando vos ves las novelas, los medios de comunicación, lo que se desea es lo que ve. Y lo que te propone la novela es la salida individual; la chica pobre que de sirvienta enamora al muchacho rico. La gente sueña con eso, con esa casa, con ese auto, con esa ropa, esos perfumes, esos collares. El no tenerlo cotidianamente y tener una realidad tan dura, obviamente que genera odio de clase. Lo que yo rescato de Evita justamente es que ella le puso ese significativo al peronismo, el alma, pero tuvo la capacidad de devolverlo transformado en amor a los más humildes. Para una madre en un momento es más importante que tu nene tenga un juguete nuevo a que te puedas comprar un par de zapatos. Eva no fue madre, y sin embargo sentía eso igual, era madre de millones, y así devolvió el amor. Si no fuese por amor no hubiese laburado tanto, y si no hubiese laburado tanto, por ahí hubiese vivido un poco más. Yo creo que ella “Dio la vida por Perón”, dio la vida por la patria, en el sentido que le puso el cuerpo a ese proyecto, que no es un momento de salir y enfrentarse armado sino resignar todos los días un poco porque así es la militancia. Nosotros militamos para cambiarles la vida a los demás. Si vos le cambiaste la vida aunque sea a un pibe, después de 30 años de militancia, valió la pena.


- ¿En qué aspectos de la militancia está presente la referencia de Evita?


Para rescatar a Evita, de la misma manera que para rescatar a los compañeros caídos, el tema no es hablar desde la historia, el tema es hablar desde los sueños, de lo que planteaba que había que hacer, del proyecto. Hoy para hablarle a un pibe de Evita, lo mejor que le podemos decir es que hay que fortalecer la AUH, construir las cooperativas en los barrios, recuperar la dignidad del trabajo, la necesidad de la organización popular, pelear por la distribución de la riqueza, la participación de la juventud en la política entendiendo que si no nos involucramos van a seguir estando los mismos que nos hicieron creer que la política era una mierda para seguir ellos manejándola sin ningún tipo de poder popular. Y para eso, hay que estar en el barrio, hay que caminar y hay que conocer, porque eso es la política. No es lo mismo hablar del proyecto en el centro de la ciudad, que en la villa. La necesidad en la piel de la gente, el contacto, conocer a cada persona con el nombre y apellido, saber cuántos chicos tienen, si tienen o no las vacunas, cuántas veces la cagó a palos el marido. De eso hablamos cuando hablamos del odio de clase, de todas esas sensaciones cotidianas. No nos tenemos que alejar de esa concepción cuando hacemos política, que es la concepción de Evita, porque, como dijo Emilio: “La política los puso ahí, la política los tiene que sacar”. 


- ¿Qué rol juegan en este proceso de profundización los sectores populares?


Todavía hay dos mundos, hasta que no haya más pobres, no haya más hambre, hasta que no logremos que todos los hijos de obreros lleguen a la universidad, esto no está terminado. Son los hijos de obreros los que tienen que ser los próximos dirigentes, porque vienen de una infancia con las patas en el barro, que es algo que te marca para toda la vida. Hoy la clase media, que nace del ascenso social que plantea el peronismo, ha perdido el registro histórico, perdió la memoria en la piel. No todos, pero gran parte se olvida de cuáles son sus orígenes, reniegan. Atrás de cada uno de ellos hay un abuelo, un tataraabuelo que vino con una mano atrás y otra adelante y que se abrió camino laburando. Se olvidan de las oportunidades que les dio este país. Por eso es importante que los cabecitas negras ocupen la universidad y puedan ser mañana ministros, con la memoria de su origen. Porque después te toca discutir en el centro donde te encontrás con gente que hace política de otra manera, que se preocupa por cargos, o por disputas de poder, y contra eso también batallamos. Esa parte de la política existe, hay que incluirla, pero hay que transformarla. Desde hace diez años lo importante no es discutir la política, sino la forma de hacer política, porque todos coincidimos en que hay que construir el proyecto, pero no todos nos ponemos de acuerdo en desde dónde, y lo que es fundamental, quién lo tiene que dirigir. 

El movimiento popular y el movimiento peronista, siempre estuvo atravesado por liderazgos. Creo que por la evolución de la historia, la complejidad de las comunicaciones y la velocidad que ha tomado la política, no lo resuelve ya una persona sola. Necesita la conformación de un colectivo, un engranaje que tire todo para el mismo lado. Y eso no hay que pensarlo para ahora, sino como dijo Néstor, de veinte años para revertir este proceso. Nos faltan diez. Yo digo siempre que hay que cavar la trinchera, porque uno avanza, se atrinchera, defiende lo conquistado, y espera el momento para avanzar. Hoy nos falta. Falta construir en el espíritu del pueblo, de los más humildes, la comprensión, la necesidad de organización, para defender la trinchera. Mientras eso no esté construido las conquistas sociales no están consolidadas. Son cambios políticos pero también implica cambios culturales. Cuando el cambio cultural consolida lo que sanciono la ley, ese derecho se torna irreversible. No se consolida solo con los votos, cada cuatro años, sino con el espacio de organización en un sindicato, en un colegio, en una cooperativa. Es el espacio de debate de lo que queremos para nosotros mismos y para el país. Y ahí se construye correlación de fuerzas, porque los sectores populares se organizan. Esas cosas en la memoria de los pueblos, en la cultura, se consolidan y hacen que los derechos conquistados sean permanentes. Creo que si algo tenemos que aprender de Evita es a transformar todo ese odio, esa bronca que nos generan las cosas, en amor.

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