23 de mayo de 2014

Capitalismo financiero, movimiento obrero y el rol de la economía popular según Oscar Valdovinos

Compartimos el discurso completo de Oscar Valdovinos en la Asamblea Popular del Pensamiento Emancipatorio que se desarrolló el 16 y 17 de mayo del 2014 en la Universidad Nacional de Río Cuarto, Córdoba. En su intervención, Valdovinos se explayó sobre las características del capitalismo en su etapa financiera, sobre el rol del movimiento obrero organizado y sobre la importancia del nuevo sector de los trabajadores de la economía popular.

Voy a empezar por decir una cosa que en realidad la iba a decir al final; la digo de entrada para que quede claro. Estos últimos diez años en la Argentina han sido un espacio durante el cual se ha producido un avance extraordinario. Quiero dejar esto claramente asentado porque después voy a decir una cantidad de cosas que podrían hacer pensar que no fue así. 


No hace mucho nos juntamos a festejar en la CTEP que habíamos inaugurado por fin una batería de consultorios de atención médica. Y ese día yo hablé junto con otros cuatro compañeros (entre ellos el Gringo) del tema de la exclusión, de la marginalidad, de la pobreza y sentí que era obligatorio aclarar a los compañeros que me miraban con alguna perplejidad que esto no significaba que todo lo que habíamos venido diciendo este tiempo no era cierto.



Es verdad que hemos crecido a tasas chinas; es verdad que hemos impulsado la redistribución del ingreso; es verdad que hemos creado millones de puestos de trabajo; es verdad que hemos intensificado hasta un punto, tal vez sin precedentes la política asistencial social; es verdad que hemos normalizado el funcionamiento de las instituciones propias de las federaciones laborales, y que los sindicatos sean fortalecido, y que las paritarias sean multiplicado, y que celebramos más de 1500 convenios colectivos por año, y que esto ha posibilitado un avance muy significativo en la participación de los trabajadores sindicalmente organizados en la distribución de la renta.



Es verdad. Y es verdad que lo hemos hecho nosotros y los pueblos de otras naciones latinoamericanas que han compartido el rumbo en esta etapa histórica. Lo hemos hecho contra la corriente, en un mundo que está ordenado todavía por los cánones del pensamiento neoliberal. Pese al fracaso de las recetas neoliberales, expresados en la crisis de 2008 y su secuela, y a la situación crítica en la que se encuentran muchos países desarrollados inclusive, siguen con una suerte de inercia hegemónica, siguen rigiendo los principios neoliberales en la organización económica y social de la sociedad universal. Contra esto remamos, y tenemos que tenerlo en cuenta porque nos pone límites. Yo creo que la acción política tendiente a transformar la sociedad tiene como premisa importante la de tener noción lo más exacta posible de cuáles son los límites que la realidad impone



El problema de la actual cuestión social (el título que identifica a nuestro panel habla de la cuestión social en el mundo post industrial; la nueva pobreza de los movimientos sociales). Recién Accaputo recordaba la cuestión social del siglo XIX y siglo XX, donde la cuestión social era la cuestión capitalista, y la cuestión obrera. Era la cuestión de la clase trabajadora en el capitalismo salvaje de los primeros tiempos, capitalismo que ha conformado una especie de círculo perfecto para terminar siendo tan salvaje como lo era cuando empezó, cuando empezaba el periplo de esta larga, trascendente y extraordinaria etapa de la historia de la humanidad que ha sido el modo de producción capitalista. Pero los problemas que tenemos se generan dentro del modo de producción capitalista y nosotros vamos a tener que pensar cómo se solucionan dentro del modo de producción capitalista. Yo estoy absolutamente convencido de que el capitalismo es un sistema perverso, es una perversidad intrínseca como la del escorpión; está en su naturaleza explotar el trabajo de los hombres mediante un sistema que desemboca en la apropiación privada de la riqueza socialmente producida. Esto es perverso y es así; no obstante lo cual el capitalismo sea y haya sido siempre igual a sí mismo. Ha tenido etapas, las bases esenciales no se han modificado pero el ordenamiento de distintos factores y elementos que lo componen no ha sido igual. Aquí ha terminado una fase capitalista que se expresó en la sociedad industrial y que culminó en el Estado de Bienestar, y ha comenzado una nueva etapa de este capitalismo reorganizado y refinanciado



Esta transición de una etapa a la otra ha tenido consecuencias sociales de enorme relevancia. El capitalismo industrial se caracterizaba por la producción de series largas, de mercancías de costo unitario progresivamente decreciente. Y requería mercados ampliados; mercados masivos en constante ampliación. Aquella frase del primer Ford que decía que necesitaba que los trabajadores ganen buen salario porque si no no van a poder comprar un Ford, simbolizaba un poco el espíritu de ese capitalismo que era explotador pero que apuntaba al desarrollo constante de las fuerzas productivas y a la ampliación constante de los mercados para que el mecanismo capitalista pudiera seguir funcionando. 



Esta etapa del capitalismo tiene ciertas modalidades distintas. En el bloque del poder se ha producido un desplazamiento de un sector de la burguesía que conducía al capitalismo en su etapa industrial (la burguesía industrial, los grandes capitales de industria) que han sido sustituidos por los tenedores de activos financieros. El sector financiero sea convertido en la cabeza del capitalismo en esta etapa. Y esto ha coincidido con una exorbitante multiplicación de los activos financieros. Y en este momento, existen activos financieros de 6 a 1, de 7 a 1 respecto a la cantidad necesaria para lubricar financieramente el proceso productivo. Esos excedentes financieros son capitales que circulan por el mundo en procura de oportunidades necesariamente especulativas. 



Es decir, una economía de producción se ha ido transformando en una economía de especulación; una burguesía industrial ha perdido el liderazgo de posesión capitalista a manos de una burguesía financiera. Todo esto en el marco de un alucinante proceso de transformación tecnológica que entre otras cosas posibilita que las determinaciones más trascendentes del mundo financiero se produzcan on line; es decir, que todo pueda ocurrir de un modo instantáneo. Sin lo cual tal vez no hubiese sido posible esta financialización de la sociedad.



Esa perversidad intrínseca del capitalismo hace que resulte absolutamente legítimo pensar en que debería ser desplazado por un tipo de organización y producción social distinta. Yo no renuncio de eso; por el contrario, estoy absolutamente convencido que el capitalismo no es eterno, como no lo ha sido ninguno de los modelos de la organización de la sociedad en la historia de la humanidad. Estoy absolutamente seguro que será reemplazado por un sistema distinto. Estoy absolutamente convencido que yo no lo voy a ver y que la lucha contra la marginalidad, la exclusión, la pobreza no puede estar supeditada a que llegue el momento histórico de que el ciclo del capitalismo concluya de forma definitiva. Tenemos que hacerlo aquí y ahora, y forma parte de nuestra construcción política pensar en cómo lo vamos a hacer



Cuando decimos que hay una nueva pobreza es porque la hay. Hay un tema al que yo quería referirme, al que ayer Carlos Vila lo mencionó con elocuencia en su intervención; los cambios que sean operado en relación con la clase obrera. La clase obrera, desde ciertas concepciones teóricas, y en la práctica conquista sucesiva de derechos que se produjo a lo largo de los siglos XIX y XX, fue el agente del cambio histórico más significativo. Esa clase obrera tradicional, esa clase obrera con patrón, esa clase obrera con contrato de trabajo, clase obrera que fue ganando derechos que empezó por ganar visibilidad con su lucha, su sangre derramada, con sus mártires. Que comenzó por ganar institucionalidad constituyendo el sindicato, la organización, y que a partir de ahí, progresivamente, fue conquistando derechos, fue el sujeto revolucionario, fue el agente de cambio social, al cabo de esa trayectoria histórica ha experimentado una mutación muy clara. Lo que tenemos hoy en la mente como representación de la clase obrera es la que se expresa en los sindicatos. Hoy los sindicatos en la Argentina agrupan y representan exclusivamente a los trabajadores en blanco, a los trabajadores que tienen contrato de trabajo celebrado en condiciones regulares, a los trabajadores que se desempeñan dentro del sistema protectorio de la legislación laboral. A los trabajadores que cuentan con jubilación asegurada y que cuentan con cobertura médica institucionalmente establecida. Esa es la clase obrera, en buena hora. Y mucho tuvo que ver el primer peronismo en impulsar en nuestro país la lucha de la clase obrera para que conquistara todas esas cosas. Pero lo cierto es que esa clase trabajadora, por su nivel de ingreso, porque ha ganado participación en la distribución de la renta, porque ha mejorado su condición salarial sustantivamente, por su nivel de ingreso, por su pauta de consumo, por sus expectativas y por sus aspiraciones, se ha convertido en una capa de la clase media. No es más el proletariado, el proletariado está constituido por aquellos que nada tienen. Y la clase obrera, en buena hora, tiene. 



Lo que ocurre es que por debajo de esa clase obrera ex proletaria se ha constituido otro sector social. No antagónico, no esencialmente diferente, pero cuya condición histórica concreta es distinta. Son los trabajadores de la informalidad, son los trabajadores de la economía de la subsistencia, son los trabajadores de la economía popular, que son esa creciente cantidad de compatriotas precarizada. Y esto tiene que ver con la transformación que se ha operado en el capitalismo, que trae aparejada una transformación simultánea en la organización del trabajo. 



Los más viejos de nosotros, somos gente del siglo XX, y recordamos, formamos parte de eso en algún momento, y teníamos que ver con eso, los frigoríficos de 6 mil y 7 mil trabajadores. El primer sindicato del cual yo fui asesor jurídico fue el sindicato de la carne. Entre (inaudible) y el Swift de Berisso totalizaban 12 mil trabajadores. Y la negra, la blanca, el anglo, los frigoríficos del litoral, tenían así, 2 mil, 3 mil trabajadores. Y eso ha desaparecido, como ha desaparecido acá, en Córdoba la industria automotriz. Fábricas que hoy producen 10 veces más autos que hace 10 años (por lo menos hasta hace 6 meses que pararon de producir) con una décima de la cantidad de trabajadores que ocupaban hace 10 años. 



Entonces, aquella clase trabajadora que se reflejaba tan graciosa y dolorosamente en una serie que se llamaba “La clase obrera también va al paraíso” (neorrealismo italiano), esa clase trabajadora no existe más. Existe un sector de trabajadores que integran las capas medias de la sociedad. Y esto no tiene un sentido peyorativo. Esa clase trabajadora sigue siendo un componente esencial de las fuerzas populares pero convengamos en que no constituye el proletariado, y tal vez no constituya por ello el sector más dinámico llamado a ocupar un puesto de vanguardia en el esfuerzo común del pueblo por alcanzar las metas emancipatorias (palabra no del todo poética que hemos elegido para identificar el sentido de este encuentro). Ese lugar tal vez hoy esté decantando hacia otro sector social, el que constituye la nueva pobreza. 



En este momento estamos empeñados en obtener el reconocimiento legal de la CTEP. Es un hecho simbólico pero implica comenzar a tener visibilidad. Yo no sé cuántos son (convengamos que en Argentina se ha convertido en un objetivo difícil saber cuánto es cuánto) pero son muchos. El 34,6% de los trabajadores informales es el 34,6% que se desempeña en relación de dependencia. Muchos de ellos trabajan en negro para empresas en blanco. No es ese el caso. Por debajo de eso, están los trabajadores de la verdadera informalidad. Los trabajadores sin patrón, los que se ganan la vida en infinidad de actividades rurales y urbanas que lo único que proveen es el nivel de subsistencia. 



En el "Manifiesto Comunista", cuando se dice que el proletariado es el llamado a poner fin al capitalismo, se dice que son aquellos que no tienen nada que perder salvo sus cadenas. Este nuevo proletariado no tiene nada que perder salvo sus cadenas. Claro, no basta con que objetivamente un sector social esté en esa situación; además de eso, es imprescindible que tenga conciencia de la situación en que está, de las causas de su situación, y de los caminos a recorrer para terminar con la situación en la que ha sido colocado. Eso es acción política. De eso hemos estado hablando desde distintas ópticas y a través del análisis de distintas problemáticas puntuales, todos estos días aquí en Río Cuarto. Y esa es la tarea que tenemos por delante, porque todo lo que sea hecho está bien. Todo lo que se ha hecho ha sido extremadamente importante; hemos cambiado las coordenadas que orientan la vida política argentina. El Estado ha recuperado centralidad, la relación Estado-Mercado se ha modificado. No obstante lo cual aún no hemos ganado la batalla cultural. Es decir, la prédica individualista, egoísta, destructora de toda concepción de lo colectivo del neoliberalismo desde la dictadura hasta la crisis de principios de siglo, especialmente en los 90, ha producido un efecto destructor sumamente profundo en la sociedad argentina. El “sálvese quien pueda” ha sido asumido inclusive en los estratos socialmente más vulnerables. Nuestros compañeros también son víctimas de esa prédica tendiente a imposibilitar el accionar colectivo, la condición necesaria para que un sujeto social pueda promover el cambio en la sociedad en la que sufre explotación, marginación y exclusión. 



Ayer también se abordó el tema de clases sociales, pueblo, y no hay contradicción en hablar de clases y sectores sociales que tienen situaciones realmente diferenciadas en la sociedad y hablar de pueblo como concepto socializador. El pueblo, desde mi óptica, es un concepto útil, en segundo lugar es un concepto nuestro, es el sujeto histórico del proceso de liberación. Pero es una abstracción simbólica. Está constituido por sectores que son desiguales, todos los cuales son necesarios. Esto no significa no pensar que hay algunos cuya dinámica transformadora, cuya aptitud para promover, encabezar y determinar el cambio en la sociedad sea mayor que el de hoy. Y yo creo que en este momento esto sea desplazado hacia la nueva pobreza, hacia el nuevo proletariado, hasta este inmenso sector de trabajadores que padece exclusión. 



Emilio Pérsico suele decir que lo que ocurre es que hemos llegado al techo, al techo al que se podía llegar sin producir transformaciones estructurales, que es lo que cabe abordar en la nueva etapa, que no sabemos cuándo vamos a poder desarrollar. Si será en el 2015 o no será en el 2015 no importa. Debemos tratar que sea en 2015, que haya continuidad, y profundización inmediata. Y si no es así, la lucha histórica es larga. Podremos no estar algunos, pero va a estar el sujeto histórico, que somos todos. Este es el momento en que debemos tomar conciencia que si hemos llegado a donde podíamos llegar sin hacer cambios estructurales notables, ha llegado el momento de los cambios estructurales notables



Porque la tecnología reduce la creación de empleo. Creamos 5 o 6 millones de puestos de trabajo porque veníamos de una situación de postración con un aparato productivo prácticamente ocioso en su totalidad. Cuando se puso en marcha de nuevo el trabajo en la Argentina, por supuesto que hubo una fuerte demanda. Pero ya en las últimas etapas de crecimiento fuerte, la relación entre el crecimiento del producto y el crecimiento del empleo, se había reducido a un mínimo muy poco significativo. Y en la medida que para seguir creciendo hagamos lo que tenemos que hacer, mejoremos la tasa de inversión, mejoremos la tasa de innovación tecnológica, vamos a crear menos empleo. Es decir, que este es un fenómeno inherente a esta etapa del capitalismo. Y no se debe renunciar a la tecnología. Nosotros no nos podemos plantear ahora lo que se plantearon los trabajadores ingleses en una de las primeras etapas del movimiento sindical, cuando salían a destruir las máquinas nuevas que se habían creado a partir de la invención de la máquina a vapor porque les quitaba el trabajo. Esa no era la solución, claramente. Y no lo fue. No hay ningún pueblo del mundo que renuncie a la tecnología. No vamos a dejar de usar la computadora en un estudio jurídico y volver a la máquina de escribir para dar trabajo a cinco dactilógrafas porque la computadora nos permite copiar de nuevo sin tipear las 35 páginas que tenemos escritas. Entonces no vamos a volver atrás. No vamos a pensar que la tecnología es lo malo, sino el uso que se hace de esa tecnología. Lo cierto es que la tecnología reduce el ritmo de creación de empleo. Y es posible que ni siquiera podamos generar el empleo para satisfacer la demanda propia del crecimiento vegetativo de la población. De modo que tenemos que pensar, siendo absolutamente cierto todo lo que se ha dicho en esta mesa sobre que no es el subsidio la solución, sino el salario digno ganado con un trabajo normal, tenemos que pensar en crear nuevas formas de trabajo. Tenemos que dar eficiencia a las cooperativas.



Tenemos las cooperativas del plan "Argentina Trabaja", que reciben una compensación insuficiente y que realizan un trabajo insuficiente. Esto es una especie de engaño compartido. Yo hago como que te pago y vos hacé como que trabajás. Está bien que el Estado aporte; eso hay que transformarlo en unidad productiva. Tal vez sea una economía de otra densidad, de otra velocidad, tal vez haya que pensar en ciertas reservas de mercado para esas unidades productivas. Seguramente hay que establecer mecanismos de respaldo técnico y de respaldo financiero para que puedan convertirse en unidades realmente productivas. Pero bueno ese es un camino, un ejemplo, lo mismo habrá que hacer con los emprendimientos. Habrá que crear otros servicios para el interés social, que tiene que ser desempeñados por trabajadores normales remunerados, normalmente protegidos por el mismo sistema de protección legal con el que cuentan hoy sindicalmente organizados. 



Esas son las transformaciones que tenemos que introducir para lo cual tenemos que seguir creciendo y desarrollando la capacidad productiva de este país, porque esas transformaciones cuestan plata y porque tenemos que hacer cierto pacto con nuestro capitalismo acerca de que esa riqueza financie este trabajo.



Creo que tenemos por delante una etapa histórica extraordinariamente desafiante en las que tipos como nosotros sean capaces de venirse hasta Río Cuarto y sentarse a discutir estas cosas, tiene claro cuál es el camino que el deber nos impone. Acá todos somos militantes, gente con compromisos, como nosotros muchos hay.



Tenemos que contagiar, tenemos que transmitir, tenemos que hacer que este sentido del compromiso que nosotros hemos adquirido se convierta en compromiso de multitudes populares. De otro modo no tendremos las herramientas imprescindibles para producir esa transformación.



El Gringo empezó diciendo de dónde venía. Y yo quiero terminar diciendo de dónde vengo porque si no nos sentimos deudores del cumplimiento de ese deber tampoco nos vamos a sentir bien con nosotros mismos. Yo soy un típico tipo de clase media. Papá abogado, mamá maestra. Tenía que estudiar, y estudié. Y al mismo tiempo que empecé a estudiar empecé a militar, y a leer los libros que el Gringo me dijo que había leído. Con las mismas dificultades de comprensión que él me dijo que había tenido. La diferencia es que yo como soy pequeño burgués trato de disimularla, y él como es laburante lo dice. Pero en realidad lo que sí adquirí, haya entendido mejor o peor, lo que sí incorporé, es el convencimiento de que tenía un deber. Y que lo que mi privilegiada condición de tipo de clase media me había brindado yo tenía que hacerla servir para algo más que la satisfacción de mis necesidades y aspiraciones personales.



Por eso tal vez me convertí en abogado laboralista y por eso fui toda mi vida abogado de sindicatos. En los sindicatos de aquel proletariado. Y ahora que uno está más cerca del arpa que de la guitarra, tengo todavía la posibilidad de encontrarme con el nuevo proletariado. Y sin que aquí se agoten las transformaciones, y sin que dejemos detener una visión global de la sociedad, y sin que dejemos de pensar en la necesidad de entender cómo funciona la clase media, qué demanda, qué espera. Y sin dejar de pensar que tenemos que consolidar las conquistas de la vieja clase obrera, no hay deber más apremiante ni más importante que contribuir a que este nuevo proletariado deje de ser este sector de la sociedad que no tiene nada que perder, más que sus cadenas. Que deje de una vez por todas sus cadenas de lado y avance transformando la sociedad. Cuando empezamos en el primer panel, había una bandera de la CTEP que decía “ni esclavos ni excluidos”. De eso se trata compañeros.


Para creyentes o no creyentes, uno siente la necesidad de tener el alma en paz. Me parece que para nosotros, y ojalá sea así para todo el mundo, no existe otro modo de tener el alma en paz que la de ponerse al servicio de la causa que lo necesita.

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